El comienzo de cada año es la época predilecta para que toda agencia de innovación y marketing que se precie le quite el polvo a la bola de cristal, lance los dados y dé a conocer sus predicciones para el año entrante. Ya sea como informes de tendencias, visiones de futuro, estudios de prospectiva o cosas parecidas, afloran centenares de oráculos sobre lo que sucederá a continuación.
El ejemplo más consolidado de tendencias lo ofrece la moda. Nos guste o no, la mayoría de nosotros nos hemos acostumbrado a vivir bajo ciertos dictados periódicos que hacen que no podamos comprarnos lo que nos apetezca, sino que tengamos que elegir de entre lo que hay disponible. Temporada tras temporada se establecen nuevos colores, estilos y materiales que lo impregnan todo, desde la alta costura hasta las tiendas baratas de barrio obrero. Pues bien, al igual que la ropa, aunque de una forma menos explícita, la totalidad de aparatos, sistemas y aplicaciones que las empresas van lanzando sigue un plan prefijado.
Así, si todo es premeditado y se debe a la presión ejercida por grandes empresas y grupos de interés, ¿qué libertad nos queda? ¿Estamos condenados a seguir un camino único, cautivos del destino? ¡Pues no! Esta es la parte donde se re-equilibra el universo. Por mucho que un fabricante o toda una industria defienda un nuevo producto, el mundo actual es tan complejo que no se puede asegurar que será un éxito. A veces los consumidores no lo aceptamos, a veces la legislación es demasiado restrictiva, a veces hay intereses enfrentados que bloquean el desarrollo de una buena idea...
¿Ejemplos? La generación doméstica masiva de energía renovable (entorpecida por legislación e intereses corporativos), la popularización de los coches eléctricos (lo mismo, más dificultades relacionadas con la recarga y prestaciones todavía limitadas de baterías), la visión de que haya una impresora 3D en cada hogar, como sucede con los ordenadores (sigue habiendo una barrera en el manejo para usuarios poco avanzados técnicamente), el estallido de medidores de actividad física (la gente los compra y deja de usarlos, por término medio, a los seis meses)... La lista es ilimitada. Todo son grandes ideas que están en las predicciones, año tras año, pero que no llegan a suceder.
Mi reflexión final es más bien un deseo: Desacelerar el cambio. Vivimos en una época en la que existe una fascinación por lo último y mejor. Esto alimenta la voraz máquina de la industria y pone una tensión muy grande en los consumidores. El cambio es bueno, pero a un ritmo que podamos asumir. Vamos a una velocidad muy superior a la que somos capaces de manejar.
Artículo de opinión redactado por Miguel Tito, director del Área de Desarrollo de Mercados del IBV, para la columna "Nuevos Tiempos", publicada por el diario Levante el domingo 17/01/2016"