La innovación, aunque suele entenderse como innovación de producto, alcanza también a los servicios. La terciarización ha acompañado a la globalización, representando el sector servicios más de dos tercios del PIB en las economías avanzadas. Destaca EEUU, donde este sector alimenta cerca del 80% del PIB, suponiendo en España en torno al 73% del PIB y un 72% del empleo. Ante esta realidad tangible, llama la atención la escasa o nula consideración de los servicios en los programas de apoyo a la I+D y a la innovación, que poseen un marcado carácter industrial.

Conforme los ciudadanos han tomado conciencia del efecto de los productos, servicios y entornos que utilizan en su salud y calidad de vida, ha ido aumentando la presión para regularlos y garantizar el efecto positivo de los mismos o, al menos, la inexistencia de perjuicios relacionados con su uso. Esta tendencia va a intensificarse en grandes áreas geográficas, como EEUU y la UE, en las que el valor de la salud es cada vez más reconocido socialmente y, por tanto, objeto intensivo de la acción política.